Over 10 years we helping companies reach their financial and branding goals. Onum is a values-driven SEO agency dedicated.

CONTACTS
Cultura

La Casa de Balvin: Un libro para reflexionar sobre la violencia en Colombia

[vc_row][vc_column][vc_column_text]

La  vida de las mujeres  que  se enfrentan  desde  pequeñas  y  que deben  salir adelante  en medio  de    una sociedad  hostil.    Es una publicación que no se puede dejar pasar. 

En Caracolí, la vereda sobre la autopista Medellín, cinco jóvenes cineastas filman un documental sobre la vida de ocho niñas adolescentes. Famosas en la región por su belleza y carisma, son apodadas Los Ángeles Azules. El documental narra el día a día de sus vidas, su entrañable amistad, su pasión por jugar fútbol y por el reguetón. Detrás de tanta belleza y juventud se esconde una desgracia: las niñas se vieron forzadas a abandonar su escuela y prostituirse para sobrevivir.

Denunciar a quiénes son los directos culpables y causantes de esa desgracia se ha convertido en el propósito del documental. Antes de que los medios de comunicación de la capital publiquen la denuncia, Los Ángeles Azules desaparecen. A Caracolí han vuelto los jóvenes cineastas en busca de las protagonistas de su documental. Nadie da razón de ellas. Un tenebroso rumor: «las desaparecieron por sapas». Tan solo una pista en la casa de la líder, en un tablero un dibujo y al lado escrito: faltan cuadro días para irnos a la casa de J Balvin.

A continuacion, algunos fragmentos de este libro:

Las peladas se les fueron encima con todo a las Beibis. Las diminutas hermanas se metían en su área como hormigas, empujadas por Viento y Paula. Habían renunciado a defenderse. Fue cuando pitaron una falta en contra de Brenda. Se acercaron todas al balón.

—¿Sí se acuerdan de la jugada que ensayamos aquel día? Yo amago disparar y paso por encima del balón, corro hacia la barrera y abro dejando el hueco, y Viento le da con todo contra el arco —expuso Brenda.

—Sí, esa es la jugada —dijo Viento.

La jugada se la había comentado Brenda a Luchito y él se las ponía siempre a practicar. A veces les salía, a veces no. Esta vez les salió. Se escuchó un grito al unísono en todo el polideportivo: ¡Goool!

La gente, en su mayoría muchachos que las animaban, se lanzaron a la cancha y felices abrazaban a las peladas. Vanessa corrió con Valentina y con todo el equipo, como habían acordado. Hicieron la coreografía que ella se había inventado. Bailaron sincronizadas, movían las manos y giraban al mismo tiempo moviendo el culo y cantando: «Los tengo bailando y rompiendo. ¿Y dónde está mi gente? Un, dos, tres».

La casa de J Balvin

Este fragmento es crucial en la historia:

—Sí, estaba Raya al Piso, fue la primera vez que lo vi, y un man como cubano, creo que era de la DEA, listos para infiltrar la fiesta. Nos mostraron las fotos de los que iban a estar. Hasta un militar y hasta un político estaba invitado a la rumba. Tenían un dibujo de cómo era la casa, dónde estaban los cuartos, los baños, la piscina, todo lo sabían. Nos dijeron cómo teníamos que pararnos para que salieran ellos en la filmación y se nos viera bien la cara. Lo principal era que saliera la Muñequita, que tenía doce años, y si era culiando con ellos, mucho mejor. Mejor dicho, lo que hicimos con el paraco lo querían hacer con ellos. Nosotras pendientes, pero ellos trajeron a sus peladitas y nos dejaron mamando —dijo Valentina. —¿Cómo es que se llama ese man de la fiesta, el de las FARC, que dicen que vivió y estudio aquí? —preguntó Viento.

—Pastor Ayape —respondió Brenda.

La casa de J Balvin

—Foto finish —respondió Viento—. Y esa competencia la gané de arepa, porque todas entramos iguales. Le gané por unos milímetros a la de Ibagué, que fue la segunda, es que esa china corre mucho, eso sí pa qué. Yo la conozco a ella, somos amigas, y ya corre en juegos nacionales por la liga del Tolima. Cuando faltaban como diez metros pa la meta alcancé a escuchar a Luchito que me gritó: «¡El pecho, Viento!». Y yo saqué el pecho y me boté hacia adelante, y por eso gané.

—¿Y cantaron el himno de Honda cuando le pusieron las medallas? —preguntó Andrea.

—No tocaban los himnos de los pueblos, solo el Bunde Tolimense —respondió Viento—. Maricas, eso da mucha emoción. Eso cuando comenzó todo el estadio a cantar: «Canta el alma de mi raza», me dieron ganas de llorar. Yo volteé a mirar pa donde estaban ellas y las vi moviendo las manos y Valentina saltando, riéndose y haciéndome señas. Ese momento nunca lo olvidaré.

Lejos estaba Viento de imaginar que con ese recuerdo abandonaría este mundo, a los pocos días de cumplir sus quince años…

La casa de J Balvin

Este fragmento también es fuerte:

Reían y especulaban cómo sería vivir en la mansión de J Balvin.

—¿Parces, se imaginan esa cocina y esa nevera que debe tener J Balvin? —suspiró Vanessa—. Esas comilonas que nos vamos a pegar. Vale, la Chama dice que dice que J Balvin no debe tener mantequilla de maní y esos tarros de cosas ricas que vendían a escondidas en Venezuela, yo digo que sí, y más finas y ricas.

—Claro que tiene, y cosas mejores —dijo Viento.

—Yo como de todo lo que tenga. Bueno, ojalá no sea tanto pescado, estoy mamada del pescado —dijo Paula.

—A mí sí que me den lo que sea, bendito sea Dios —dijo Viento.

Valentina escribió en el tablero: faltan cinco días para irnos a la casa de J Balvin.

Las niñas se tomaron de las manos y saltando gritaban: ¡La casa de J Balvin, la casa de J Balvin!

La casa de J Balvin

[/vc_column_text][/vc_column][/vc_row]