
Ni la tormenta que azotó la ciudad la noche del 26 de marzo impidió que 434 espectadores llenaran el Teatro Delia Zapata Olivella para asistir a una experiencia escénica difícil de olvidar. Fausto o la insatisfacción del ser no fue solo una obra: fue una sacudida emocional, un pacto silencioso entre la escena y el público. Justo en la víspera del Día Internacional del Teatro, el clásico de Goethe cobró vida en una versión que desdibujó las fronteras entre la danza, el teatro, la música y lo audiovisual.
La dirección y adaptación dramatúrgica estuvo a cargo de Alejandro Durán y Juan Diego Bustos, dos artistas con sólida formación internacional: Durán, con maestría en dirección de teatro en Rumania; Bustos, con doble maestría en la Sorbona, en Escrituras y Representaciones y Performance y Sociedad. Ambos son egresados de la ASAB y fundadores del colectivo Sin Acto, desde donde apuestan por una dramaturgia que rompe esquemas y explora nuevas formas de narrar.
Esta versión de Fausto planteó una tensión constante entre el deseo de trascendencia y las limitaciones de la existencia. A través de un lenguaje multidisciplinar, se convirtió en una experiencia sensorial que impactó profundamente al público. La música en vivo, la fuerza de los cuerpos en escena, la luz y el video mapping crearon una atmósfera inquietante y poética. El público contuvo la respiración ante cada pacto sellado entre Fausto y Mefistófeles.
“El arte debe provocar, no dejar indiferente”, señaló Alejandro Durán.
“Fausto me tomó por completo, en tiempo, en energía, en cuerpo y pensamiento. Fue una purga creativa”, agregó Juan Diego Bustos.
Ambos directores se valieron de un elenco vibrante, en su mayoría egresado o en formación en la Facultad de Artes ASAB, como una forma de honrar su alma mater y reivindicar el arte como resistencia en una ciudad convulsionada como Bogotá.
El montaje fue realizado con el apoyo del Ministerio de las Culturas, las Artes y los Saberes, el Grupo de Danza del Ministerio y el equipo técnico del Centro Nacional de las Artes. Entre el público asistente destacaron la ministra Yannai Kadamani Fonrodona y Diana Palacio, coordinadora del área de danza del Ministerio, quienes reconocieron el valor artístico y simbólico de esta propuesta.
La recepción no tardó en manifestarse. Actores como Cristian Villamil aplaudieron la obra por su equilibrio entre lo estético y lo narrativo:
“Fausto es danza con sentido, texto con cuerpo, ritmo con claridad. Una adaptación poderosa y necesaria”.
Por su parte, Alejandro Buitrago, actor y miembro del colectivo La Quinta Porra, resaltó el riesgo escénico:
“No debe ser fácil enfrentar una obra así desde el cuerpo. Gracias por atreverse”.
Desde el interior del proceso, Manuel Gracia Conno Tisoy, integrante del Grupo Danza del Ministerio, compartió su experiencia:
“Fue una travesía intensa. Lo que más me impresionó fue la generosidad del colectivo. No escatimaron en nada: la música, el cuerpo, la tecnología, todo estaba puesto en función de la obra. La sala estuvo llena y muchos se quedaron por fuera. Eso habla del poder del teatro cuando toca una fibra colectiva”.
Fausto o la insatisfacción del ser sigue latiendo en quienes la vieron. No concluyó con el último aplauso. Fue un espejo incómodo, una pregunta sin respuesta, un desafío que aún persiste. Por eso, el público ya exige su regreso a escena. Porque hay obras que se explican y otras que se viven. Y esta, sin duda, pertenece a las segundas.