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La luz: un nuevo ritual para la música independiente

Periodista: Juan Sebastián Sánchez Lara

Bogotá tiene esa costumbre de esconder sus mejores revelaciones detrás de luces de neón y noches que parecen iguales —hasta que no lo son. El pasado jueves, al cruzar las puertas de 4.40 Music Hall, supe que estaba entrando en algo distinto. 

No solo por el aire cargado de expectativa, sino por esa sensación casi espiritual que a veces se cuela cuando el arte decide manifestarse sin permiso.

El Santuario no se presentó como una productora más, sino como un manifiesto. Una casa de artistas para artistas. Un lugar donde las luces no ciegan, sino que iluminan la autenticidad.

Detrás del proyecto está SisoyTIAN, un creador que entiende que la industria musical necesita más calidez y menos moldes.

“No quiero que cambien su idea, quiero potencializar lo que traen como artistas”, me dijo durante la entrevista, con la voz tranquila de quien ha aprendido a escuchar más que a imponer.

El evento —titulado La Luz — reunió a Gabriela Mar, Rayito Veloz y el propio SisoyTIAN en un ritual sonoro que osciló entre trance, alquimia y emoción pura. La energía del público se mezclaba con la sensación de estar presenciando algo que apenas empezaba a nacer: un espacio donde la colaboración reemplaza la competencia y la autenticidad vuelve a tener escenario.

Cada nota parecía confirmar lo que él me había dicho antes del show:

“Quiero que los artistas pasen por lo que yo he pasado. Soy un libro abierto y no tengo ninguna preferencia.”Y esa honestidad se sintió. 

Entre luces tenues, voces vibrando y una escenografía mínima pero íntima, El Santuario se consolidó como un movimiento que no promete fama instantánea, sino crecimiento real. 

Incluso la boletería lo decía todo: 100% destinada a la Fundación Vida y Arte, que desde 2004 apoya el desarrollo integral de artistas.

Cuando terminó la noche, pensé en lo que esta ciudad mi ciudad— necesita: lugares donde el arte sea también un acto de comunidad. Porque en medio del ruido, Bogotá aún guarda rincones donde los sueños se materializan en acordes, en voces y en la convicción de que la música puede seguir siendo un refugio.

El Santuario es exactamente eso: un refugio, una promesa y una invitación a creer que todavía hay espacio para la luz en medio del caos.

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